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Ejercicio 5: La Almohada


Allí estábamos, mirándonos fijamente a los ojos, en silencio, con nuestras cabezas recostadas sobre mi almohada, misma sobre la cual tantas veces la había soñado, sobre la cual también había derramado millones de lágrimas, lágrimas en su nombre. - ¿En que piensas?, me pregunta, y quisiera gritarle que pienso que es una puta, que pienso en todo el dolor que me causa, que pienso que debería matarla en ese preciso instante para ver si así su sangre sobre mi almohada logra curar o siquiera vengar aquel infernal sufrimiento que atravieso por amarla. –Pienso en lo afortunado que soy en poder contemplar tu letal belleza, pienso que debería ahogarte con mi almohada para conservar por siempre allí tu último aliento, pero es tan grande mi amor por ti que sé que cuando partas a los brazos de otros me conformare con el aroma de tu cabello que quedara impregnado en mis sabanas y almohadas, y mientras disfruto de él seguiré maldiciéndote y amándote como lo he hecho hasta ahora.

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